En un mundo cada vez más interconectado en el que el cine mundial se enfrenta a la maquinaria de Hollywood, las coproducciones parecen una necesidad evidente. En los últimos años, según datos del Anuario del ICAA, en España se ha pasado (Tabla 1) de las 43 coproducciones bipartitas de 2018 a las 66 de 2023 y de las 52 tri o multipartitas de ese mismo 2018 a las 77 de hace dos años. Parece claro que es un formato en que permiten aumentar un 10% el gasto subvencionable (del 50% al 60%) y además, otorgan dos puntos adicionales en las convocatorias de ayudas que otorga el ICAA que pueden resultar cruciales para recibir la subvención, lo cual en muchas ocasiones significa la diferencia entre que la película se haga o no. A su vez, estas coproducciones creativas también plantean muchas más obligaciones. Por una parte, las directrices básicas vienen marcadas por el ICAA; por la otra, también están los convenios específicos de algunos países con España y finalmente también cuenta la normativa europea dictada desde Bruselas, el convenio iberoamericano, a sumar las legislaciones y sistemas de ayudas propios de cada país con el que el nuestro colabora. Todo ello hace que el productor Pedro Hernández, de Aquí y Allí Films, que ha coproducido con Estados Unidos el filme auge. A la hora de analizar con qué países el nuestro suele colaborar, dos destacan de manera poderosa (Tabla 2). Por una parte, Francia, con 50 coproducciones bipartitas y 23 tri o multi y Argentina, con 36 bipartitas y 14 tri o multi. Le siguen Portugal con 29 colaboraciones en total, México con 28 y -Estados Unidos con 27.
La “selva normativa” de las coproducciones implica varias regulaciones que se solapan entre sí y según protestan los productores, pueden convertirse en un calvario. Existen dos tipos de coproducciones, las financieras, en las que un país solo aporta dinero y las “creativas”, donde también hay presencia de equipo artístico y técnico. Las primeras otorgan la nacionalidad a la película pero no permiten acceder al sistema de ayudas y requieren de muchas menos exigencias administrativas y de producción. Las segundas son mucho más frecuentes porque permiten aumentar un 10% el gasto subvencionable (del 50% al 60%) y además, otorgan dos puntos adicionales en las convocatorias de ayudas que otorga el ICAA que pueden resultar cruciales para recibir la subvención, lo cual en muchas ocasiones significa la diferencia entre que la película se haga o no. A su vez, estas coproducciones creativas también plantean muchas más obligaciones.
Por una parte, las directrices básicas vienen marcadas por el ICAA; por la otra, también están los convenios específicos de algunos países con España y finalmente también cuenta la normativa europea dictada desde Bruselas, el convenio iberoamericano, a sumar las legislaciones y sistemas de ayudas propios de cada país con el que el nuestro colabora. Todo ello hace que el productor Pedro Hernández, de Aquí y Allí Films, que ha coproducido con Estados Unidos el filme Courtroom 3H (2020) o con Rumanía películas como la ganadora del Goya Que nadie duerma (2023), afirme rotundo: «El único motivo por el cual coproducimos es por los puntos del ICAA y porque tienes una mayor intensidad del 10% en las ayudas. Por nada más. Es un verdadero caos el tener que sincronizar el calendario de ayudas en España con el de otros países cuando no hay unas fechas fijas de publicación de las convocatorias. Y luego lo peor es que dependes de que el productor consiga el dinero cosa que no tienes en absoluto asegurada. Nos ha pasado de todo». El productor italiano Ariens Damsi, de Eliofilm, coproductor de Casa en Llamas, abunda: «Se van acumulando burocracias y eso genera sufrimiento». Y Simón de Santiago, de Mod producciones, remata: «Te complicas mucho menos la vida produciendo solo con España, eso seguro».
EVITAR EL “EUROPUDDING”
Con el fin de asegurar que las ayudas van a películas en las que la participación española vaya más allá del dinero, el ICAA exige, entre otras cosas, que “la aportación del coproductor español minoritario deberá comportar, al menos, la participación de un autor (entendiendo por tal el director, el guionista, el director de fotografía y el compositor de la música); dos actores y un creativo de carácter técnico”. La intención es buena pero ya se sabe que el infierno está lleno de buenas intenciones. Quienes vivieron los 80 y 90 aún recordarán los famosos “europudding” que mezclaban sin ton ni son actores de diversos países, con frecuencia viejas glorias, en producciones con aire decimonónico (muchas duquesas y príncipes) que cayeron en un cierto desprestigio porque con frecuencia tenían un aire impostado. A finales del siglo pasado y principios del actual, cuando hubo un boom de coproducciones con Argentina, era frecuente la aparición extemporánea en Buenos Aires de una “prima madrileña” o al revés.
En calidad de productor ejecutivo, Simón de Santiago, de Mod Producciones, ha participado en grandes coproducciones como Agora (2009, con Estados Unidos y Bulgaria) o Regression (2015, con EEU de nuevo y Canadá), ambas de Alejandro Amenábar, o en calidad de productor de éxitos recientes como La estrella azul (2023, con Argentina) o con Italia la esperada superproducción El cautivo, también de Aménabar, sobre la vida de Cervantes que llegará en otoño. Santiago asegura: “El ICAA hace lo justo para la aplicación de los convenios bilaterales con los países, que en algunos casos se han quedado anticuados, y es mucho menos laxo que otros países como Francia. No se trata tanto de simplificar como de flexibilizar los requisitos, algunas coproducciones son muy fáciles de montar pero en otras no es tan obvio. En el Festival de Cannes se presentan muchas películas coproducidas por Francia con China o con Tailandia en las que no hay un elemento francés en la pantalla ni en los actores, como mucho hay un director de foto o se hace la posproducción en ese país. Esto en España es imposible porque no conseguirías que el ICAA te apruebe la coproducción”. Pedro Hernández, de Aquí y Allí Films, asegura que necesita un equipo de cinco personas solo para gestionar el papeleo que conlleva producir en España con la dificultad añadida de coproducir. Una sobrecarga de trabajo que queda compensada no solo por ese 10% adicional en ayudas o los dos puntos del ICAA, también porque permite acceder a los fondos de Euroimages o Ibermedia. Jesús Ulled, de Cine365, que está coproduciendo con Portugal la película “feel good” Pioneras sobre el primer equipo femenino de fútbol en España y coprodujo el drama sobre inmigración El salto con Francia, comparte las quejas de ambos. «Se fomentan las coproducciones de una manera que resulta artificial», asegura Ulled. «Tiene sentido que en la UE se incentive a que se produzca entre países vecinos pero por una parte como todo el mundo sabe, tienes muchas posibilidades de que el coproductor te dejé tirado y, por la otra, los requisitos del ICAA pueden complicarte mucho la vida. Te ves obligado a contratar a un musico para la banda sonora o un director de foto de otro país cuando quizá preferirñias un talento local».
Hernández ve lógico que el ICAA exija que más allá de la aportación financiera para poder acceder a las ayudas haya «una realidad española porque cuando el Estado invierte en su industria es razonable que quiera un impacto visual que vaya más allá de lo industrial. No ganamos mucho con una película que sucede en Irán y donde todo el equipo técnico y artístico es iraní por mucho que vaya a Cannes». Ulled se sitúa a medio camino: «Me pregunto cuánta gente irá este verano a Sicilia por The White Lotus. Los requisitos como están planteados actualmente en cuanto a la obligación de equipos técnico-artísticos te pueden fastidiar el producto, tendría más sentido si se fijaran en el contenido, en el beneficio que puede obtener la industria o el país más allá de que haya un director de foto o un actor español». Casa en llamas, coproducida por el italiano Ariens Damsi, se rodó en parte en Italia, participan actores italianos y como señala Damsi la compositora de la banda sonora también es de ese país (Maria Chiara Casà). Señala Damsi: «En Italia y en casi todos los países se obliga a que haya talento local para acceder a las ayudas, es comprensible, pero el mundo está cambiando muy rápido y probablemente hay viejas reglas que cabría revisar». Damsi, que también ha coproducido con España la película de Alex de la Iglesia Veneciafrenia (rodada en gran parte en la ciudad de los canales) y ha hecho el service de su serie de HBO 30 monedas, considera que las “similitudes culturales” con España pueden favorecer esa colaboración con Italia.
En el caso de películas como Casa en llamas, donde esa participación italiana es casi imperceptible para un espectador, el productor duda que tener la nacionalidad de ese país favorezca la distribución en el país secundario porque «el cine independiente nunca lo tiene fácil y menos si como en este caso no hay una estrella italiana que sirva de gancho». Damsi señala: «La primera pregunta que me hago es si la película puede funcionar en su mercado principal; después, si el tema que trata es universal y puede interesar en Italia. Lo peor que puedes hacer es comprometer la calidad del proyecto para cumplir con esos requisitos y que se vea forzado, poco natural. El proyecto perfecto sería el que puede funcionar en España y en Italia pero es difícil incluso con esa similitud cultural entre ambos países».
EL AUGE DE LOS INCENTIVOS
Francia destaca, con mucho, como principal país coproductor de España con 50 coproducciones bipartitas y 23 tri o multi. Pedro Hernández destaca las ventajas de trabajar con ese país como «la fortaleza de su industria y el posicionamiento fuerte de cara a los festivales y las ayudas europeas». Eso sí, alerta Hernández, los costos son más elevados en el resto de Europa que en España y «el dinero que consigas de fuera es mucho menos rentable que el que consigas en España». Uno de los motivos por los que en su productora favorecen trabajar con Rumanía, como en su reciente estreno La niña de la cabra, es que realizan allí la posproducción en un país con unos costes menos elevados que en otros de la Europa más rica. En el caso de Argentina, Hernández subraya la afinidad cultural así como también el hecho de que tiene unos costes más económicos. País coproductor con España por excelencia, Argentina está pasando por un momento complicado con el desmantelamiento del INCAA (el ICAA argentino) por la actual administración de Javier Milei en un panorama en el que el cine LATAM tiene muchas dificultades para hacerse un hueco en la taquilla española. Subraya Santiago: «Voy a todos los foros como el de San Sebastián Europa-Latinoamérica y ves muchos proyectos muy bonitos pero no siempre tiene sentido. A la hora de conseguir la financiación no es fácil. Coprodujimos de manera financiera La odisea de los giles en 2019 pero es un caso excepcional. Estaba Ricardo Darín como protagonista, una historia potente… y conseguimos que entrara TVE y Movistar pero suele ser muy difícil o tienes que forzar esa participación artística más allá de lo razonable».

La niña de la cabra
El auge de los incentivos fiscales en España, de un 30% para el primer millón de euros y un 25% para el dinero adicional en todo el territorio nacional desde enero de 2023 sin duda está incentivando los rodajes en nuestro país y las coproducciones. En el caso de algunas provincias y comunidades son incluso más elevados como en Canarias (hasta un 54% sobre el primer millón y 45% adicional); Navarra (hasta el 40%) y Bizkaia, Gipuzkoa y Araba, donde alcanzan el 70%. Todos los productores aplauden el sistema de incentivos y tanto Hernández como Ulled directamente abogan porque se sustituya el actual sistema de ayudas concedidas por un comité en base a puntos por una nueva organización de ayudas directas basada en “tax credits”. «Que decida el mercado lo que se rueda y no se rueda», sentencia Ulled. Hernández matiza: «Las subvenciones directas tienen sentido para películas de directores noveles o de carácter más arriesgado con relevancia cultural que necesitan ese empujón. En todos los demás casos, sería mucho mejor mejorar los incentivos y suprimir las actuales ayudas».
Los incentivos fiscales, que España ha mejorado ostensiblemente estos últimos años gracias a los fondos europeos otorgados para superar la pandemia del COVID, son bienvenidos pero Ulled plantea también sus grietas. «Los incentivos, claro, son maravillosos pero se tienen que mejorar porque son injustos. Actualmente, una empresa extranjera que produce en España tiene una devolución automática de Hacienda del tax credit. Yo, como productor español necesito un inversor al que se le aplique el beneficio fiscal. Además, para complicarlo más, también requiero de un banco que haga de estructurador de ese crédito fiscal y cobra una comisión. No tiene sentido que la ley favorezca a los productores extranjeros por encima de los nacionales».
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