25 años de Atresmedia Cine: arriesgar para seguir ganando – Entrevista con Jaime Ortiz de Artiñano

En 2024, la productora de Atresmedia volvió a ser líder por sexto año consecutivo con más del 50% de taquilla de cine español. Grandes éxitos tan distintos como Padre no hay más que uno, La infiltrada o Casa en llamas brillaron. En 2025, Santiago Segura, Un funeral de locos y Mikaela han vuelto a triunfar. En un mercado aún difícil, con un espectador más exigente, Jaime Ortiz de Artiñano, CEO, apuesta por sorprenderlo innovando y arriesgando.

25 años no son nada o son todo un mundo. En este caso, una filmografía en la que brillan muchas de las películas más importantes del siglo XXI en España. Entre sus más de cien producciones, sendas ganadoras del Goya, y éxitos de taquilla, como La isla mínima (1,3 millones de espectadores en 2014) y el año pasado La infiltrada, que arrasó convocando a más de un millón y medio de personas. En tiempos pospandemia en los que resulta más difícil congregar a grandes audiencias, la “fórmula” de Jaime Ortiz de Artiñano no es jugar sobre seguro si no al revés, innovar y arriesgar porque el público quiere que la experiencia en sala le ofrezca algo diferente. Eso sí, «siempre conectando con el público».

En este cuarto de siglo, son muchos los títulos que marcan un hito. Este mismo verano, la quinta parte (¿y última?) de la saga Padre no hay más que uno de Santiago Segura, ha demostrado que es inagotable rozando los nueve millones de euros en su primer mes y arriba de la tabla. Películas importantes del cine español más exigente como El reino (2018) o Que Dios nos perdone (2016), de Rodrigo Sorogoyen, que también triunfaron en taquilla o Marco (2024) y Los renglones torcidos de Dios (2022). Grandes comedias que han entusiasmado al público como Mamá o papá (2021) o Hasta que la boda nos separe (2020), las dos de Dani de la Orden, o Perdiendo el norte (2015), ¿Quién es quién? (2024) o Señor, dame paciencia (2017) sin olvidar thrillers tan potentes como Mikaela (2025), Contratiempo (2016) o El desconocido (2015) y blockbusters como Palmeras en la nieve (2015).

Tras toda una vida en el negocio, Ortiz de Artiñano lleva tres años al frente de Atresmedia Cine. Con la inevitable presión de seguir siendo líder, cree que las historias inspiradas en “personajes reales que hacen cosas extraordinarias” como Karateka, sobre la mejor karateka del mundo, Sandra Sánchez, que estrenarán el año que viene seducen al espectador moderno. Este 2025, la productora ha apostado en verano por la comedia con Las irresponsables y Sin cobertura y en otoño llegará lo nuevo de David Trueba, Siempre es invierno y de nuevo comedia con Coartadas, de Martín Cuervo.

¿Cómo celebrarán los 25 años de Atresmedia?

Con cine. En 2026 estrenaremos una batería de películas variadas, potentes, como el drama deportivo de superación Karateka, con la mirada tan personal del director Aritz Moreno, a la nueva comedia de Arantxa Echevarría, Cada día nace un listo sin olvidar la secuela de La familia Benetón tras una primera parte que gustó mucho al público. Lo presentaremos todo en el Festival de San Sebastián. Queremos seguir siendo motor del cine español y recuperar espectadores. Ésa es nuestra responsabilidad.

Ya llevan seis años siendo la productora número uno. ¿Qué cree que han hecho bien y qué le hubiera gustado hacer mejor?

Yo llevo tres años en Atresmedia, pero creo que lo que ha hecho bien la productora desde que inició su andadura, a raíz de la obligación legal de las cadenas de invertir en cine, ha sido tomarse muy en serio esa misión. El cumplimiento de esa obligación ha sido clave para dinamizar el cine español, para poder competir con los estudios y para construir un cine industrial sólido que mantuviera una cuota de mercado respecto al cine americano en torno al 15-20%. Ésa ha sido nuestra misión durante estos 25 años y sigue siéndolo. Y queremos reforzar esa misión, de manera especial ahora, después de la pandemia, porque hemos perdido espectadores y sentimos la responsabilidad de recuperarlos.

Lo que me hubiera gustado mejorar… pues que no siempre las películas que funcionan lo hacen cada año. Antes había más éxitos; ahora el público es más exigente y selectivo. Busca historias diferentes y especiales para ir al cine. Cuando detecta algo que ya ha visto, que no es novedoso, o que no genera conversación, espera a verlo en la tele o en la plataforma. Así que el reto ahora es buscar historias nuevas, romper, arriesgar más creativamente, buscar nuevos talentos. Creo que estamos en una época en la que hay que arriesgar.

Decía San Ignacio que “en tiempos de tribulación, no hacer mudanza”. ¿Ante un mercado más incierto, es hora de arriesgar?

Cuando alguien vuelve al cine tras años y ve una película mediocre, no repite. Si ve algo extraordinario, quiere más. Ser conservadores es el camino directo para estancarnos. Si miramos muchos de los éxitos tras la pandemia como El buen patrón, As bestas o La infiltrada, no son comedias convencionales, sino películas no tan evidentes. Por ahí debemos ir. Ahora mismo seguimos un 30% por debajo en número de espectadores respecto a antes de la pandemia. Si no hacemos algo, nos vamos a quedar ahí. Lo que tenemos ahora es menos público y más exigente. Hay que mantener al público que queda, que es más selectivo, y atraer nuevos.

En este contexto más difícil, ¿el productor debe luchar y sufrir más que antes?

Sin duda, es bastante más complicado. Este bajón de espectadores afecta a toda la cadena de valor. Los distribuidores son más reacios a invertir en promoción; las películas tienen menos apoyo, menos presencia en la calle. Y esto es una percepción personal, pero creo que antes el cine era una de las primeras opciones de ocio. Ahora ha quedado relegado: antes los viernes se hablaba de las películas que se estrenaban; ahora no tanto. Tenemos más estrenos, pero menos relevantes. Ha perdido fuelle como consumo cultural.

Son crisis cíclicas, pero creo que se puede recuperar con películas interesantes que conecten con el público. Porque hay que arriesgar, pero conectando siempre con el público.

El presupuesto medio de las películas comerciales españolas para cines lleva muchos años estancado en torno a los tres millones de euros. También han desaparecido las superproducciones. ¿Es muy difícil conseguir presupuestos elevados? ¿Afecta eso a la variedad de géneros?
Es un problema añadido. Necesitamos presupuestos relevantes para hacer propuestas relevantes. El sistema actual te permite películas pequeñas. Con dos millones haces historias íntimas, de gente hablando en un bar, y te salen algunas buenas, pero si quieres competir con Hollywood necesitas inversiones importantes. Levantar 8 ó 10 millones es complicadísimo. Pero es lo que necesitamos: de tres a cinco grandes películas españolas al año de ese nivel. Hay casos, pero cuesta muchísimo.

Además de blockbusters, ¿qué tipo de proyectos le gustaría ver y no ve?
Me lo preguntan mucho y nunca tengo respuesta exacta. Es cuestión de intuición. Pero nos gustan mucho las historias reales de gente común que encuentran circunstancias extraordinarias. He mencionado ya Karateka, de Artiz Moreno, está basada en la experiencia de Sandra Sánchez, que ganó el oro olímpico en kárate. Es un proyecto realista y también ambicioso. Otra historia que me impresiona es la de los niños de Chernóbil. Ellos marcaron una generación entera, la de los niños de 2026. Tantas historias de superación y dificultades, desde la pérdida de familia hasta el descubrimiento de nuevas oportunidades.
Historias universales que surgen de aquí: la vida es así. Las grandes emociones están en historias de época, en las biografías, en las adaptaciones de novelas y hechos reales.

Todos los años varias de las películas más exitosas comercialmente son comedias. ¿Es el refugio infalible del cine español?
No como antes. Las comedias adultas han ido mal. Antes hacían más de un millón de espectadores; ahora, se quedan en medio millón, cuatrocientos mil. Títulos como Perfectos desconocidos o Lo dejo cuando quiera funcionaban como un tiro. Hoy esas películas se hacen todavía, pero con mucho apoyo, y no pasan de medio millón de espectadores. La gente se reserva la visita al cine para algo especial porque la comedia en sí no es infalible. El cine familiar de Santiago Segura sí que sigue siendo la mayor franquicia española, pero hay que tener un fenómeno especial como el cine infantil de animación grande para crear un evento. El año pasado dos de sus mayores éxitos, Las infiltradas o Los aitas, fueron una sorpresa.

Se extinguen las películas de alto presupuesto y al mismo tiempo, se ruedan muchas películas. Más de 400 en 2023. ¿Hay sobredimensionamiento?
Sí, se producen un 73% más de películas que antes de la pandemia, pero con menos espectadores. Muchas se estrenan solo para cumplir con las ayudas, pero no llegan al público. El mínimo razonable no lo alcanzas, da igual gastar 300.000 o 3 millones. Estrenas con poca promoción, no hay dinero para la campaña y nadie se entera de que existe la película. Necesitamos una política más razonable que ayude a que haya menos películas, pero con más dinero y más promoción.

Parte de esa bajón de espectadores, además de la pandemia, ha sido las huelgas en Hollywood y el descenso en el número de estrenos. ¿Ve Hollywood como un aliado o una competencia?
Como un aliado. El cine es un hábito. Cuando Hollywood tiene blockbusters, arrastra gente. Si salen contentos del cine, vuelven a ver películas españolas. El problema es que fuera de las panorámicas mucha gente pierde el hábito. La media de duración del cine español no llega ahora a más de dos horas al año en una butaca de cine. Cuando la había, hay pocas experiencias en pantalla grande.

La “nueva ley del cine” lleva cuatro años estancada. ¿Supone esto un lastre para la producción de cine en España?
Lo urgente no es tanto una nueva ley como el reglamento de la Ley General Audiovisual. Necesitamos certidumbres, sobre todo en cómo invertir en lenguas cooficiales. Porque más grave me parece que ahora, debido a esa Ley General, es muy difícil rodar en inglés o coproducir en francés. Películas como Seguras, La impostora no son posibles. Es un problema grave, porque encierra nuestras películas a España, en lugar de abrirlas a Europa. Lo que tenemos que hacer es facilitar las coproducciones internacionales. Pero las películas españolas viajan menos porque son demasiado locales. Paradójicamente venden mejor en Rumanía o Turquía que al lado de su casa.

En el cine español, ¿qué vende más: historias, actores o directores?
Sobre todo las historias. Hay un 9% de directores que consiguen arrastrar público, pero no más. Y entre un 7% y 9% de actores. Así que el éxito depende de dos factores: una buena historia, un buen director y buenos actores.

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